Si no te ha pasado a ti, seguro que conoces a alguien que lo ha vivido alguna vez, o lo ha comentado de pasada en unas cañas afterwork.
La historia de terror empieza de esta manera: profesionales terriblemente competentes, que después de cosechar un éxito muy trabajado piensan “uf, si es que en realidad la gente está engañada, yo no soy de lejos tan bueno como dicen y al final lo he conseguido por suerte”.
Da igual que hayas enhebrado una aguja diez veces con el mismo hilo rompiendo las leyes de la física. Que hayas doblado un papel a la mitad más veces de lo que se puede doblar.
No eres lo suficientemente bueno. Eres un fraude. Un día vas a meter la pata hasta el fondo y te van a descubrir, los decepcionarás profundamente.
Esas voces y otras similares son las que encarna el Síndrome del impostor, un mal muy extendido entre algunos emprendedores.
Pero, si resulta que llevo un montón de años trabajando de esto y a menudo dudo, ¿por qué me pasa? ¿Dejará de pasarme algún día? ¿Se puede deshacer de alguna manera?
Veamos:
Qué es el Síndrome del impostor
Estrictamente, se define Síndrome del impostor como la sensación continuada de no merecer lo que se tiene.
👉 Es un tipo de comportamiento que se caracteriza por (1) el miedo a ser expuesto como un fraude, (2) la incapacidad de reconocer el éxito como propio y (3) la creencia de que se está engañando a otras personas al desempeñar una tarea exigente (Harvey y Katz, 1985).
Estos tres criterios dan forma a una sensación que muchos profesionales dicen experimentar, y parece que es ligeramente más frecuente en las mujeres.
Este Síndrome del impostor hace que algunos emprendedores o freelances tengan muchas dudas cuando deben realizar un servicio para otros, y temen no saber lo suficiente como para resolver lo que se les pide, aunque sí lo sepan.
Es decir, que no solamente pone en duda la capacidad técnica puntual de las personas que lo sufren, sino también su capacidad resolutiva.
Y ocurre en todas las edades, porque está relacionado con la sensación de competencia de uno mismo en una materia, lo cual no tiene que ver con los años que uno tiene, sino con la experiencia y seguridad que haya acumulado (y los éxitos y los fracasos que acarrea esa experiencia).
Es decir, que una persona que cambia de carrera profesional puede sufrir el Síndrome del impostor aunque tenga varias décadas trabajando a la espalda. Y que se puede sufrir, incluso, sin cambiar de carrera.
Por qué te sientes como un impostor (si lo sufres)
Ahora bien, si aceptamos que existe un Síndrome del impostor, como se mantiene desde la psicología, entonces, ¿por qué ocurre? ¿Cómo se genera?
Pues resulta que su origen puede estar en varios factores acumulativos, pero antes veamos cómo funcionan los sesgos y nuestra percepción de lo que ocurre en el mundo:
Los sesgos y la percepción de las cosas
En general, las personas solemos caer en al menos dos sesgos que son relevantes para comprender el Síndrome del impostor: el sesgo de negatividad, y el efecto Dunning Kruger.
El sesgo de negatividad es la falta de objetividad que tiene lugar cuando percibimos más las cosas malas que las buenas: las malas suelen tener mucho más peso, especialmente si se habla de fracasos propios frente a éxitos ajenos.
Este sesgo de negatividad tiene, como todos los sesgos, una explicación evolutiva: en plena naturaleza, más útil será darle atención a una amenaza que a lo a gusto que estás con la barriga llena, ¿no?
Así que si alguna vez sientes que cuando cometes un error, la tristeza o la frustración te pesan más que la alegría cuando consigues algo por lo que llevabas tiempo trabajando, ya sabes por qué es.
Pero el sesgo de negatividad no es el único que existe. Sobre nuestra percepción operan muchos otros, y uno muy relevante en el Síndrome del impostor es el Efecto Dunning-Kruger.
El Efecto Dunning-Kruger consiste en nuestra tendencia a sobreestimar nuestras capacidades cuando somos novatos en algo, incluso hasta el punto de considerarnos mejores que otros más preparados.
Es decir, que conforme vas ganando maestría en algo, vas dándote cuenta de lo que requiere alcanzarla, del esfuerzo y la dificultad de llegar a donde estás, y dejas de sobreestimar cuán hábil eres en algo.
Solo que con el Síndrome del impostor, nos pasamos de rosca.
A ver, ¿a quién le gusta reconocer que no es competente en algo? A nadie. Cuando eres un novato tu cerebro lo sabe, y te ahorra el mal trago. Lo que no te puede ahorrar es el batacazo. Y claro, con la experiencia llega un punto en que ya no te puede engañar más.
La cuestión es que siempre miramos a aquellos que van por delante de nosotros en vez de a los millones de personas que no tienen pajolera idea de lo que haces, ni saben cómo hacerlo.
Caro ChanAlguna vez te habrá pasado, aunque sea en el colegio: un montón de cálculos que no hay quien descifre y tu colega que saca todo dieces te suelta: ¡no te preocupes, es fácil!
Que sea fácil (o difícil) para ti, no significa que lo sea para otros.
Si para hacerte entender por clientes tienes que cambiar el registro y simplificarlo todo mucho, ya sabes de qué estamos hablando. Alguna vez te habrán mirado tal que así:

La psicología detrás del Síndrome del impostor
Ya hemos visto que nuestras percepciones pueden estar sesgadas.
Esto pasa continuamente y nos facilita un montón la vida, aunque parezca lo contrario. Si tuviéramos que tomar decisiones racionales y conscientes respecto de toda la información que procesamos diariamente, no podríamos.
Pero ahora, ¿qué dice la psicología sobre el Síndrome del impostor?
Bien, para dar respuesta a esto vamos a tener en cuenta el trabajo de Cristina Rodríguez-Prada et al.,donde los autores explican que existen una serie de factores disposicionales, es decir, factores que te pueden disponer a padecer el Síndrome del impostor:
✔️ Factores familiares, como los que se dan cuando se exige a un niño responsabilidades por encima de su edad, o cuando hay un estilo educativo exigente.
✔️ Perfeccionismo.
✔️ Baja autoestima.
✔️ Atribución de los logros de uno mismo a causas externas.
✔️ Comportamiento introvertido y tendencia a la ansiedad.
✔️ Reglas rígidas de la definición de éxito y fracaso.
Por lo tanto, sufrir Síndrome del impostor cuando se emprende (y cuando no, también) es el resultado de una conducta aprendida que nos sirve para intentar adaptarnos a un nivel de exigencia muy alto.
Solo que como herramienta adaptativa para obligarnos a ser conservadores, pues es bastante coja.
Funciona, más o menos, de esta manera:
👉 Somos alguien que piensa que tener éxito o no tenerlo depende de los logros, y además nuestra idea de éxito es algo muy exigente, como sacar un 10 en todas las asignaturas. Si saco un 9, entonces fallo. Perfeccionismo.
Si además hay comentarios a mi alrededor que me hacen pensar que, cuando saco esos dieces, no los saco por méritos propios, sino por suerte o porque hay un trato de favor hacia mí, mi autoestima llora un poquito cada vez.
Si, aunque los saque, tampoco hay en mi entorno (o dentro de mí) una voz que reconozca el mérito, como cuando te dicen que lo sacas “porque es tu obligación, que para eso eres tan listo”, entonces sigo exigiéndome a mí mismo buscando demostrar la excelencia, más aún.
Y así, en un círculo entre autoexigencia y miedo al fracaso, uno va empezando a pensar que es un fraude, y a creerse que no merece lo que obtiene. Pasan días, semanas, años, y se van conformando la idea que tenemos de nosotros mismos y nuestras creencias.
Un nuevo examen, un nuevo reto, y vuelta a empezar.

El Síndrome del impostor es un tema tan recurrente que tiene un ciento de charlas Tedx. Una de ellas, precisamente, cuenta la historia de una mujer que sufrió Síndrome del impostor durante décadas… y cumple todos los puntos de esta lista. Puedes ver la charla aquí y cómo lo resolvió ella (en inglés, con subtítulos).
La relación entre el Síndrome del impostor y la procrastinación
Hay dos razones principales por las que una persona procrastina: porque es incapaz de abarcar la materia que tiene delante, darle orden y transformarla en tareas o acciones que ejecutar, o porque es perfeccionista.
Los emprendedores que procrastinan suelen pertenecer más al segundo tipo (es difícil emprender si no sabes poner orden en tu trabajo). Funciona así:
👉 Tengo que hacer X cosa. Soy una persona perfeccionista y además confío en mis capacidades. Inconscientemente, tengo miedo a fracasar (porque soy perfeccionista), así que lo pospongo. Y lo pospongo. Y hago otras cosas que no son urgentes, pero me apetecen más.
Estoy procrastinando.
¿Hasta cuándo? Hasta que la fecha límite de entrega es tan acuciante que no te queda más remedio que ponerte a funcionar… en un sprint.
Que levante la mano el primero que no haya tenido que trabajar a horas intempestivas por procrastinar.
Qué bien nos ha venido el “programar” de Gmail para que nadie se entere de que has estado trabajando a las 5 de la mañana en algo, ¿verdad 😉?
Pero, ¿por qué es importante la procrastinación cuando se habla del Síndrome del impostor?
Porque es una de las dos formas en que podemos reaccionar ante él.
Antes, al explicar las conductas de origen de Rodríguez-Prada et al., hablaba de cómo se refuerzan unas a otras. Conforme pasa el tiempo, el miedo que sentimos a fracasar puede llevarnos a comportarnos de dos maneras diferentes: sobrepreparándonos, o procrastinando.
Esos emprendedores que llegan con los deberes superhechos a la reunión con el cliente (y luego se dan cuenta de que no habría hecho falta tanto para preparar un presupuesto que no te van a aceptar), suelen ser de los que sobrepreparan.
Los demás, ̶p̶r̶o̶c̶r̶a̶s̶t̶i̶n̶a̶n̶ procrastinamos. Buscamos ese refuerzo que nos diga “sí que eres lo suficientemente bueno: lo has conseguido en tiempo récord”.
Es decir, en ambos casos al final vivimos situaciones en las que el desempeño exigente se premia, así que nos exigimos más a nosotros mismos… y reforzamos nuestra tendencia a procastinar (o sobreprepararnos) más.
Cómo superar el Síndrome del impostor
Ahora bien, si lo que ocurre con nuestra conducta para que nos sintamos impostores es tan complejo y además nuestra infancia y juventud tienen mucho que decir en nuestras posibilidades de sufrir el Síndrome del impostor… ¿Cómo se elimina?
Pues como ocurre con todo lo que tiene que ver con el comportamiento de los seres humanos; no se elimina, se supera.
En la comunidad de SinOficina, alguna vez hemos comentado cuáles son las mejores para nosotros.
Por ejemplo, para superar el Síndrome del impostor puede ser útil revisar nuestras definiciones de lo que es un éxito y un fracaso.
Si pensamos más en el éxito o el fracaso como un proceso, seremos más conscientes del camino que hemos recorrido hasta ser los emprendedores que somos y podremos batir esa sensación de ser un fraude.
Hay otra cosa en cualquier trabajo que uno deba hacer que es incontestable y deberíamos aceptar: es imposible saberlo todo, y siempre habrá quien sepa más que uno.
Es cierto, es cierto. Aceptar que no se puede saber todo requiere un proceso, y de hecho es especialmente difícil de aceptar para un perfeccionista, quien a menudo busca abarcarlo todo y, evidentemente, hacerlo todo bien.
Pero nadie dijo que la batalla contra el Síndrome del impostor fuera fácil.

De hecho, cualquier trabajo que se quiera llevar a cabo en un entorno hiper cambiante como es el digital, muchas veces ha de hacerse a pesar del Síndrome del impostor. Esto es: sin dejar que el Síndrome del impostor nos limite.
Aquí los emprendedores tenemos algunas cuentas pendientes, en particular cuando empezamos. Por ejemplo, cuando se trata de batir la idea de “¿y por qué alguien me va a pagar a mí por hacer esto?”.
Saber venderse y creer en el valor que aporta uno es básico cuando se trata de emprender (o de ligar también).
Recapitulando: ¿qué consejos básicos tenemos para superar el síndrome del impostor?
💥 Revisa tu definición de éxito y fracaso
💥 Acepta que siempre habrá alguien que sabe más que tú
💥 Lánzate, a pesar del miedo
Pero en SinOficina no nos vamos a quedar ahí, porque nosotros no hacemos las cosas a medias.
Así que vamos a darte otros tres consejos más. Si eres emprendedor, al loro:
El primero, aprende a gestionar las expectativas de los demás. En el caso de clientes y colaboradores, nunca te comprometas a algo con lo que no puedes cumplir. Sé conservador en las expectativas que generas en otros.
El segundo: rodéate de quien te quiere bien. Si el Síndrome del impostor se ve reforzado por los comentarios negativos de personas de referencia en tu entorno, que de alguna manera han contribuido a la idea de que no te mereces lo que consigues, rodéate de quien te quiere bien.
Cuando emprendes, y más si lo haces SinOficina, empiezas un camino algo solitario donde el único feedback que puedes recibir es el de los clientes, pero no el de tus iguales. Un grupo de personas que sepa comprender tu situación sabrá darte un feedback más imparcial, honesto y natural.
Y tercero: cuando sientas vértigo al comprometerte con un proyecto, respira. Pregúntate qué es lo peor que puede pasar y cómo reaccionarás. Prepárate.
Esta técnica (por cierto, muy estoica) se llama visualización negativa y tiene un cometido doble.
Por un lado, te prepara para fallar y te permite conocer tus herramientas cuando el miedo a fracasar se vuelva real.
Por el otro, te permite sentir gratitud por lo que tienes y darle algo de claridad y contexto a los logros que has conseguido en realidad, y a los que quizá no dabas tanto valor… o se te habían olvidado.
Ahora te toca a ti: ¿te has sentido alguna vez así? ¿Conoces a alguien que se haya sentido de esta manera, o es algo sobre lo que no se habla demasiado?
Algunos SinOficiners🌴 dicen que es algo que se pasa con la edad, como la preocupación por la operación bikini. Como ves, por aquí el debate sigue abierto, no te creas 😉